martes, 2 de abril de 2013

Entre caníbales

"Una eternidad
espere este instante
y no lo dejare deslizar
en recuerdos quietos
ni en balas rasantes
que matan... 

Ah... come de mi, come de mi carne
Ah... entre caníbales
Ah... tomate el tiempo en desmenuzarme
Ah... entre caníbales".

Soda Stereo






A fuerza de juventud, con la inexperiencia propia de la juventud, con la frescura inalterable de la juventud y la inocencia de esa inconsciencia típica de la juventud. Los pibes de poncho y fal, partieron de la Argentina continental. Partieron con afanes de soberanía, con la ilusión de alcanzar la gloria y poder gritar desde Ushuaia a La Quiaca  que las islas son argentinas, pero la historia tenía reservado para ellos un capítulo impregnado de sangre y olvido.

Los frentes se abrieron para los pibes de poncho y fal, por un lado el ocaso de una dictadura que intentaba reivindicar su hegemonía, condicionaba con muerte su retorno, por el otro, una monarquía que venía a masacrarlos, por los mismos móviles.
Los cuerpos jóvenes estaban servidos en mesa grande, y los caníbales pudieron al fin, darse el festín.

El tercer frente. 

La vuelta de las sobras, aquellos que no tuvieron la gracia de morir, y digo la gracia porque justamente a su regreso, los esperaba otra batalla, una que duraría mucho más que un invierno.    La crítica de los cínicos, la acusación del ignorante, la burla del ajeno, la omisión del exitista y el olvido de un país por más de dos décadas. 
Dos décadas de lucha, donde la inexperiencia propia de la juventud se fue transformando en saber, donde la frescura inalterable se fue entibiando y la inconsciencia cobró mesura. Los pibes, ya no tan pibes, de poncho, pero sin fal, a fuerza de juventud, lograron reivindicar su papel en la historia. 

A sus más de tres décadas de lucha, es bueno recordar que olvidamos, y es mejor aún recordar a quienes no olvidaron.


A los pibes de poncho y fal. Salud. 


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